martes, 6 de febrero de 2007

"Dios mío" modifica mi lenguaje

Por Fernando Fernández

Enero 22 de 2007

“Dios mío”, “Si Dios lo quiere”, “Gracias a Dios”, “Si Dios me da licencia”,”Con la ayuda de Dios”, “Dios mediante”, “Dios nos socorra”, “Que Dios te bendiga”. Y otras muchas expresiones de evocación e invocación celeste invaden nuestro diario hablar.

Nuestro parlamento habitual está plagado de referencias teístas que son pronunciadas de manera automática, como un reflejo condicionado, fruto del aculturamiento al cual fue sometida nuestra infancia, como también, y sobre todo, del formateo cerebral al cual hemos estado expuestos por más de 2000 años de civilización e influencia judeo-cristiana.

Que es un acto involuntario, sin intención verdadera ni concordancia semántica, se nos dirá, y es muy probable que así se manifieste. Como cierto es también que estas referencias, por irreflexivas que parezcan, denotan y revelan nuestro recóndito discurrir, es decir, los “demonios” que aún escapan a nuestra razón y que se pasean a su libre antojo en nuestros circuitos neuronales, en donde las sinapsis cargadas de arquetipos celestiales están más sólidamente adheridas de lo que creemos, y que desarmarlas necesita de una acción férrea y deliberada en donde nuestra capacidad volutiva ha de ponerse a dura prueba. Freud nos advierte que todos los actos humanos, por inconscientes o reflejos que parezcan, no son tan fortuitos y que por el contrario tienen como explicación el arraigo de ideas en las profundidades de nuestros sesos. Grave y desesperante, pues ya sabemos que “Nosotros somos nuestro cerebro”. Sí, eso y nada más, sin fábulas tomistas inspiradas de los mundos aristotélicos o platónicos. Y si nuestro cerebro está, cual disco duro de computador, formateado con información judeo-cristiana, cuán difícil será la tarea de deshacernos de esa alucinación grabada a secretas de nuestra razón consciente. En este sentido Darwin ya manifestaba en su tiempo claramente: "Tampoco podemos pasar por alto la probabilidad de que la inculcación constante de una creencia en Dios en la mente de los niños produzca un efecto tan fuerte, y quizás heredado, en sus cerebros no totalmente desarrollados, que les resulte tan difícil librarse de su creencia en Dios, como a un mono de su miedo y aversión instintivos a una serpiente".

Entre más contacto tiene una cultura con el mundo intelectual, entre más se expone al debate, a la lectura, a la investigación, menos está su hablar impregnado de alusiones teístas. Entre más acceso tenga el individuo a la educación, menos fabulaciones explicativas del mundo real invaden su mollera, más razonable y buscador de causas reales y tangibles se vuelve su motor de pensamiento. “Nuestra inteligencia es lingüística. Pensamos con palabras, hacemos planes con palabras, nos comunicamos con ellas”, escribe el filósofo español Antonio Marina. Entonces, nuestra lengua, cuando no hay deficiencia física, delata el rendimiento y sentir de ese motor.

Tarda el ingreso del mundo occidental a una nueva era, a la postcristiana, que se encuentra en etapa de desarrollo, pero que llegará inexorablemente. De la etapa actual se escuchan cada vez más fuertes las campanas de su requiem. Pero, su acabamiento no se logrará sin antes haber: Demolido tabúes; Derribado culpabilidades; Eliminado utopías y oropeles heredados del medioevo; Anclado el derecho laico; Sanado el autismo que nos impide analizar, discernir y controvertir lo establecido; Circunscrito el clero a su rol de administrador de una verdad privada; Asimilado que la ignorancia esclaviza; Liberado el deseo y con él el tálamo; Osado descreer; Desinfectado el cerebro de tanta aserción arcaica, gratuita e irracional. La modificación y emancipación del lenguaje de dependencias deístas es tan sólo un elemento visible de ese enorme iceberg judeo-cristiano que arrastramos de lastre y que frena y anquilosa nuestro desarrollo personal, y el de los pueblos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Queiro Tocayo,

Le felicito con su pagina. Es una gran iniciativa de su parte ya que usted es una mente demasiado lucida para que se pierda en el vacio. Cuente con este lector.

Un abrazo.

El imitador de voces.

Anónimo dijo...

¡Larga vida a tu nueva bitácora!, Fernando.
Ojalá estos pixeles no se pierdan para la posteridad. Me imagino un ciberarqueólogo del siglo XXII tratando de entender tu forma de pensar e imaginándose un personaje de carne y hueso.
En todo caso no deseches de tu vocabulario la palabra adios que pdría interpretarse con una etimología un poco forzada como "a-dios", es decir sin dios.
Un abrazo.
Nelson

Unknown dijo...

Fer: te felicito, me gustó mucho el artículo, cada cuanto vas a publicar para estar pendiente? Un beso,"God Bless U"
Margarita (tu chef)

Anónimo dijo...

Muchas gracias Fernando. Muy interesantes los contenidos del blog.

Saludos,

Ramiro O.

Wilmer Lopez Lopez dijo...

Felcitaciones,

Al abrir este espacio en internet, se abre un nuevo espacio de opinion y ante todo de reflexion. Creo firmemente que el camino de cada ser humano esta basado en entender su propia escencia y el cuestionamiento que proveen tus palabras es para mi un aporte invaluable en ese gran camino que es la vida misma.

Sigue adelante,

Anónimo dijo...

Me parece muy adecuado el sitio para publicar estas ideas, recopilarlas y, "Dios sabrá cuándo", para que se estructuren en un escrito de mayor envergadura.

Me parece bien, más que modificar el lenguaje porque sí, intentar ser conscientes de que todas las palabras tiene un significado más allá que el de ideas de cajón. Es posible que las referencias teísticas sí sean importantes para una persona que cree en algún dios . Para alguien así uno debería tener tolerancia y respeto (y esperar reciprocidad de esa persona).

El fenómeno de lanzar ideas no reflexionadas -en cuanto a la carga semántica de las palabras- ocasiona abusos de lenguaje que deforman lo que se quiere decir y le restan credibilidad al discurso.

Me refiero a un tema más general, que incluye este de las referencias a dios: simplemente, pensar para hablar y más, para escribir. Ojalá ese tema aflore en una próxima contribución del blog.

Rodrigo Cardoso



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