sábado, 17 de marzo de 2012

"La delicadeza" de David Foenkinos


La liviandad: bálsamo del sinsabor diario

por Fernando Fernández


Hay gente fantástica a la que se conoce en mal momento.
Y hay gente que es fantástica porque se la conoce en el momento adecuado.
D.F.



Con tantas noticias infaustas que nos circundan y que abarcan violencia, economías casi en bancarrota, sistemas políticos democráticos con grandes falencias, dictaduras, corrupción, fenómenos naturales causantes de desastres, mala interacción del hombre con el medio ambiente, guerras, terrorismo, hambrunas, la lista es larga y desoladora, pero que se complementa bien con un “público” ávido de malas noticias, de amarillismos morbosos, y que reclama masoquistamente sobreinformación para excitar las neuronas entumecidas, para sentir que se vive (o para darle un sentido a ese vivir), y en ese panorama sombrío, ahí, de repente encuentra uno un pequeño oasis que permite reposarse unos momentos, olvidar unos instantes, parar el trajín, encontrar un asidero pasajero a las cuitas, un inofensivo paliativo: un librito que se presenta a pedir de boca en este mar de confusión y desasosiego, y entonces uno se lo engulle de un jalón como queriendo impregnarse de esa sencillez y candor que es lo que el escritor de la obra parece llamar delicadeza.

El divertido relato que se nos presenta es labor del escritor David Foenkinos nacido en París en 1974; estudió letras en la Sorbona y tiene además una formación musical en jazz, siendo al mismo tiempo profesor de guitarra. Joven promesa de la literatura francesa, sus libros han sido traducidos a más de quince lenguas, muy premiados y publicados por grandes casas editoriales.

Una historia sencilla, sin ninguna complicación narrativa, de género más bien rosa (por momentos recuerda a Corín Tellado), cuya trama se desenvuelve en el París actual y gira alrededor de una chica, bella, seductora, profesionalmente exitosa quien después de siete años de felicidad (de libros y de risa, precisa el autor) matrimonial con su marido François lo ve morir víctima de un infortunado accidente; Nathalie, que así se llama nuestra protagonista, se ensimisma y se recluye en su trabajo sin mirar ni considerar posibilidad de rehacer su vida afectiva. Entonces aparece en su vida y abruptamente, al son de un beso robado, Markus uno de sus subalternos, un sueco, hombre insignificante y de poco atractivo, torpe en el trato con las féminas y de poca suerte con ellas; y allí las cosas comienzan a cambiar, a ponerse de color de rosa, pero dejemos el desenlace de este peregrino romance para el lector curioso. Para completar el paisaje rosa, el lector tendrá ocasión de odiar al jefe acosador y autoritario, enamorado de Nathalie y quien usa toda su batería de artimañas para desbaratar esta “pareja”.

Markus es la metáfora del hombre que sorprende y seduce a una mujer por su diferencia de trato, por su inusual amabilidad, por su carencia de la virilidad clásica que lo hace por momentos colindante de la puerilidad, y por su delicadeza según insinuación del escritor.

Nada extraordinario como historia, nada complicado como trama, nada sofisticado como estilo, nada que no haya sido dicho en literatura hasta el momento, sólo un untuoso arrullo al intelecto que se toma un buen descanso mientras lee, como el de esas actividades en que se pone el cerebro en suspenso y uno se entrega mansamente a esa farniente inconfesable por parecer improductiva. No de otra manera podría explicarse el gran aplauso de este libro y, a fortiori, el del país galo que en materia literaria es de reputada calidad y exigencia.

Para darle realce e incitar a su lectura, los editores lo presentan como el libro de los “10 premios”, sin que se sepa muy bien de qué premios se trata o cuál es relevancia de éstos. Pero, qué importa este ardid publicitario, lo trascendente aquí es ser conscientes de que uno puede abandonarse sin sonrojos a la lectura de este librito simple que produce placeres sencillos. Ah diablos, que una vez no es costumbre hacerlo y confesarlo. Es el tipo de lecturas que han dado por llamarse de playa, como indicando que en ese sitio hay demasiada distracción y que nuestras neuronas no están en un contexto que les permita digerir sofisticaciones. Tal vez por esta razón sobran en el libro las múltiples citaciones de escritores de culto (Cioran, Cortazar, Muriel Barbery,…), porque es claro que, para el perfil de los protagonistas, estas referencias se vuelven poco creíbles, su supuesta afición por este tipo de literatura elaborada suena fuera de lugar, poco verosímil.

En fin, este libro simpaticón que se lee rápidamente, que no tiene pretensión intelectual y cuya trama sencilla, bien asperjada de humor y suficientemente edulcorada permite pasar un buen momento, en mi caso me ha permitido un buen relax. Este tipo de novelas no son el objeto corriente de mis lecturas, de hecho no me gustan, sin embargo encontré en ésta un intermedio entre dos lecturas de esas que ostentosamente llamamos serias, al tiempo que lúdica fuente de distracción de la cual me alegro. Tal vez sea éste también el caso para aquellos lectores que quieran reposar el espíritu entre las nubes de esta liviandad literaria.

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Gran motivación en la consolidación de una ideología libertaria; hedonista; redimida de prejuicios; derribadora de paradigmas, en particular los religiosos; cuestionadora de tradiciones; cartesiana...