viernes, 26 de enero de 2007

¡ Ay Monseñores, ay !

por Fernando Fernández

Por fortuna ya suena irrisorio escuchar a los monseñores amenazando cristianos y allegados con chamusquinas eternas y repartiendo urbi et orbi sus medievales excomuniones. Tal arsenal eclesiástico poco convincente en nuestros días, oliente a mecha mojada ya hace parte del folclor nacional, así como lo son los huecos de las calles, el carnaval de Barranquilla, la corrupción estatal y la otra, la postrada dominical frente al Señor de Monserrate, la evasión de impuestos, la deshonestidad de los políticos, la asidua lluvia bogotana, el aja de los costeños como respuesta a las más complicadas preguntas, la pedofilia vicaria, los vendedores ambulantes, los malos escritores que hacen best sellers a punta de tetas, los atracos callejeros, los paseos millonarios, las putas que ahora se llaman chicas prepago y todas esas cositas con las cuales bonachonamente nos amancebamos en este país que ya se le arrebató al sagrado corazón y ahora está enajenado a san narcotráfico.

Con alguna mediana sensatez y con dos frases cartesianas en mente, cómo no desternillarse frente al grotesco espectáculo que con no poco histrionismo nos representan los encasullados cuando condenan a los más pavorosos tormentos a quien ose empelotarse para personificar alguna deidad, obtener placer sexual seguro y no procreativo, apetecer a su mismo género o al otro, divorciarse o, en fin, dar rienda suelta a cualquier caprichito que nos depare nuestro humano sentir.

Las prohibiciones anteriores -que no exhaustivas- comparado con el dogmatismo clerical en contra la interrupción del embarazo son nimiedades, por eso es capítulo aparte y de carácter aún más condenatorio el abortar o aventurarse a sugerirlo, aún en casos tan horripilantes como el que estamos observando por estos días: una niña de once años (Sí, once) que infamemente quedó preñada como fruto de la violación de su propio padrastro. No señores, dicen los monseñores la niña debe ir al patíbulo del alumbramiento y ni hablar de aborto. Dios lo ordena. Punto y Amén. Para quienes transgredan esa divina orden, verazmente transmitida por embajadores terráqueos: candela perpetua, eternidad atroz, sufrimiento inmarcesible y por si poco fuera, en tierra: separación forzada de la sagrada comunión. Esta punición, corolario de una verdad privada, tiene obviamente todas las posibilidades de ser rebatida, sin embargo, por extravagante que parezca, debe respetarse dada su pertenencia a un ámbito particular en donde peregrinamente impera la fe y no la razón; sublime castigo; allá ellos. El jaleo se crea cuando estos exóticos planteamientos intentan implantarse como verdad general y dar oídos al corifeo de monseñores tildando de “red de malhechores” (sic) a quienes piensan y actúan diferentemente, así sea dentro del marco constitucional de este laico país. No señores, no monseñores, a eso no jugamos. Ustedes instauran sus vetustas normas sobre quien bien desee voluntariamente acatarlas, pero a quienes profesamos ideologías diferentes, también se nos respeta. No somos malhechores, ni siquiera alcanzamos el escalafón de inquisidores, tan bien experimentados por otros...

¿Será que después de escribir estas líneas tendré el delicado placer de ser excomulgado? No. Vana esperanza, esos gozos están destinados a aquellos que “pecan” por el flanco sexual, y lo mío, por desgracia, es más sencillote y eso que estoy estrenando próstata. Me consuela que Laura Restrepo tampoco lo haya logrado, a pesar de sus súplicas, “a mí que me excomulguen de una buena vez, así vamos saliendo de eso”, expresa la letrada con más éxito en sus labores literarias que en estos goces paganos.

¿Con tanto pecado suelto por ahí y para ir avanzando sin pérdidas de tiempo, no deberían los insignes prelados excomulgar el mapa colombiano?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu artículo querido fernando. Que triste suceso el que cuentas. sería una catastrofe que dejaran que esa niña pariera. incluso por su propia salud. hasta donde llegará la inmensa estupidez de la iglesia.
yo quiero que me excomulguen desde que era acolita (monaguilla), y mi padrino oficiaba la misa, se lo propuse aún siendo niña, y me dijo, "uf, ese es un trámite muy largo"
te mando muchos besos.
marisol



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Gran motivación en la consolidación de una ideología libertaria; hedonista; redimida de prejuicios; derribadora de paradigmas, en particular los religiosos; cuestionadora de tradiciones; cartesiana...