viernes, 16 de marzo de 2012

"Rapsodia Gourmet" de Muriel Barbery



La gastronomía en poema
por Fernando Fernández



Difícil no recorrer las páginas de esta novela sin que la salivación se acreciente y las papilas se sobreexciten, al tiempo que el corazón se comprime. Y es que los seres humanos así somos, como el protagonista: nobles y refinados en algunos (¿muchos?) aspectos, pero execrables en otros tantos; una unidad incomprensible en el mismo cuerpo y caletre. ¿Acaso no es común que seres abyectos, asesinos en masa se enternezcan por la sutileza del arte? Eso somos: mezcolanza ecléctica rayana en la incoherencia.

Esta primera novela de la escritora y filósofa francesa (nacida en Casablanca, Marruecos) Muriel Barbery que ahora se nos da a conocer en el mundo hispanoparlante fue en su momento ganadora del “Meilleur Livre de Littérature Gourmande”, y no sin razón, porque el libro se dirige en gran parte a nuestro paladar, con minucia descriptiva de platos y menús, en donde reina el sabor, el olor, el aspecto, la untuosidad y sin duda la voluptuosidad de la comida. Pasan en revista sofisticados platos para deleite de nuestro paladar lector: tajines marroquís, riñones e hígado de lebrato en salsa de bígaro, ostras grasas, caldo de caballa en reducción de puerros, rodaballo al vapor con hierbas aromáticas, sorbetes de fruta y tutti quanti.

Ya al borde de la muerte, Pierre Arthens el gran cronista gastronómico, aquel que con su pluma fácil y no menos cáustica hace y deshace restaurantes y chefs, se dedica a encontrar un sabor que tiene en mente, pero que le es de difícil identificación. Esta incesante búsqueda, que dura el tiempo del libro, es un bonito pretexto para librarse a múltiples reminiscencias de sus tantos años de trabajo como crítico de alta culinaria. Desde su lecho mortuorio, en un último esfuerzo vital afina su memoria en búsqueda de ese sabor primigenio que se le escapa; su recordar le trae a uno a colación a Proust con la evocación y nostalgia de las magdalenas de su juventud.

Este capricho final, que tal vez es redentorio, presta la ocasión al célebre agonizante para evocar refinadas viandas, sofisticados vinos y whiskies, pescados y mariscos crudos japoneses (sashimis), pero sin perder de vista la exquisitez sencilla de las sardinas, de la mayonesa, del tomate crudo, del pan y de los buñuelos. Discurre con particular interés sobre la comida casera, probablemente con el ánimo de exaltar la importancia de la conversación durante la degustación, como una especia primordial de la sazón. El libro entero transcurre en esta orgía de sabores y recuerdos.

Pierre Arthens, el temido crítico es adulado y venerado por su buen criterio, no es más que un ser asaz despreciable, engreído, no se sabe si peor marido que padre y egocéntrico al extremo; de todo ello dan razón los personajes de la novela que hablan y que lo han rodeado durante su vida: su portera, la criada, su mal amada mujer, cocineros famosos, otros críticos, sus malqueridos hijos, su sobrino predilecto, su nieta e incluso su gato. Es pues una novela y una vida contada a muchas voces por lo general acusatorias. “¿Qué son los hijos sino monstruosas excrecencias de nosotros mismos, patéticos sustitutos de nuestros deseos no realizados?” dice el gastrónomo en sus muchos desprecios.

En este rastreo del “sabor perdido” por entre los meandros de la memoria gustativa, el apetito del lector se realza y se saborea sin temores dietéticos, sin prevenciones arteriales y sin consideración de colesteroles malsanos, en fin y al cabo es un bonito poema que libera el cuerpo y hace bien al alma.

Aun no teniendo esta novela la misma fuerza de “La elegancia del erizo” que posteriormente hizo a Barbery mundialmente conocida (publicada en más de treinta países y con más de cuatro millones de ejemplares vendidos), la obra presente es de agradable lectura, de muy estética factura, de fácil comprensión, de una estilística narrativa sutil, refinada, de un léxico pulido y nimbado.

Bon appétit !

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Gran motivación en la consolidación de una ideología libertaria; hedonista; redimida de prejuicios; derribadora de paradigmas, en particular los religiosos; cuestionadora de tradiciones; cartesiana...