viernes, 16 de marzo de 2012

"El Malogrado" de Thomas Bernhard


La autodestrucción como remedio a la infelicidad
por Fernando Fernández

Esta nueva edición de El Malogrado del austriaco Thomas Bernhard proporciona una buena ocasión para introducirse en este autor, en sus escritos y en sus convicciones: su obra, aun novelada, es altamente autobiográfica.

Lo menos importante de esta trágica novela es la trama que es en sí misma sencilla, aquí lo que prima es el “disparate” o el “desahogo ensayístico”, como bien lo adjetiva el autor.

Se recorre la vida de tres hombres: Glenn Gould, Wertheimer y el propio narrador, a quienes el destino une en las clases de piano del talentoso profesor Horowitz del célebre Mozarteum de Salzburgo; muy pronto hicieron buenas migas, atados por su gran amor por la música; no obstante, se constatará a lo largo del escrito que el verdadero nexo es un tácito afán autodestructivo y egocéntrico. Seres, éstos, adinerados, pero carentes de objetivo,esencialmente desdichados, perdidos en sus comodidades desde las que intentan vanamente encontrar sentido a sus vidas o paliar el sinsentido que los invade. Es así como apenas conocidos alquilan una gran casa en las afueras de Salzburgo en donde comparten música y neurosis.

Glenn Gould

Pianista canadiense que en la realidad existió, de gran reconocimiento e indiscutible genialidad (“glennialidad” dicen), perfeccionista al extremo, son célebres sus interpretaciones de las “Variaciones Goldberg” de Bach, así como las obras pianísticas de Schönberg; hastiado de las presentaciones públicas, y estando en la cúspide se su carrera, desiste de dar conciertos y se aísla en su casa por cerca de veinte años, en donde sigue su entrenamiento en búsqueda de la perfección de sus interpretaciones; aunque en la novela Gould muere de una afección respiratoria, la posteridad demostró que padeció del “síndrome de Asperge”, una variedad de autismo que bien explicaría su retiro.

Wertheimer

Rico heredero a quien Gould apodó muy atinadamente “El Malogrado”; portentoso pianista con posibilidades de convertirse en uno de los grandes de su época, sin embargo, testigo de la genialidad de Gould se dejó eclipsar y desistió de su carrera, abandonando el piano para siempre y dedicarse a la escritura sobre temas de “ciencias filosóficas” que al final destruyó sin dejar huella. Una vida tormentosa, carente de afecto, convertido en un verdadero tirano de su hermana terminó ahorcándose frente a la residencia de esta hermana como represalia a su fuga para casarse con un rico industrial suizo.

“Odiaba a su padre, madre, a su hermana, les echaba a todos ellos la culpa de su infelicidad. Los padres saben muy bien que prolongan en sus hijos la infelicidad que son ellos mismos, actúan con crueldad al hacer niños y arrojarlos a la máquina de la existencia”

Narrador

Gran pianista también, poseedor de una gran fortuna, caracterizado por un excesivo pesimismo y una visión nihilista del mundo; con excepción de Madrid encuentra detestable el mundo, particularmente Suiza, Salzburgo, Viena y Austria en general; ácidas son sus críticas sobre el arte, la misma música, los profesores, la política, el socialismo, la economía, los mesones austríacos, entre otros.

A estos tres personajes los une un amor desmedido por la música, su condición privilegiada de riqueza económica y su hastío por la vida; cada uno piensa cual se suicidará primero. Tanto Wertheimer, “El Malogrado”, como el narrador acaban sus profesiones como consecuencia del virtuosismo evidente de Gould, constituye esto el obstáculo principal, sino el pretexto de finalización de sus carreras como pianistas; querían ser los mejores porque aceptar ser segundos sería humillación y sinónimo de mediocridad. De Wertheimer se decía: “No soportaba que otro supiera más que él, no aguantaba que uno explicara lo que él no podía saber. Vergüenza de no saber”. Premisa que da para honda reflexión a la luz de la modestia y de la limitación humana.

En cuanto al estilo de escritura puede decirse que es de factura simple que busca ante todo la efectividad, en detrimento o sin consideración de una pulcra redacción, del fraseo elaborado o del uso de un léxico lucido; por el contrario el texto es presentado sin división de capítulos en una extensa retahíla que no incluye ningún punto y aparte: un solo párrafo. Casi que podría asimilarse a un monólogo interior de género joyceiano, de ahí la economía de puntuación, la aparente aleatoriedad de los temas, el “planeado desorden” y la gran repetición tanto de los temas como de las palabras. Este estilo plano, sin altibajos y reiterativo puede parecer al lector monótono por momentos si éste pierde de vista que se trata de un escrito de orden ensayístico.

Es también de interés el debate sobre la infelicidad; dixit Wertheimer: “El ser humano es la infelicidad, sólo un imbécil pretende lo contrario”, sin embargo, el análisis se sitúa alrededor de la necesidad de esta infelicidad como paso obligado para ser felices, en otras palabras alude un cierto masoquismo que consiste en saborear la infelicidad como condición de felicidad, y es así como privado de la infelicidad el ser humano, oh paradoja, vería su infelicidad aumentar. Buen debate planteado y desarrollado en el libro.

Ya lo hemos dicho, pero remedando a Bernhard lo reiteramos, en este libro que se recomienda no ha de buscarse en modo alguno una historia de trama intrigulada, el objetivo del escrito es lanzarnos, con provocación, en una reflexión sobre la humildad, el perfeccionismo, la crueldad, el efecto de la riqueza, la autodestrucción, la ambición, la infelicidad, la familia y otros temas sobre los cuales el autor no pretende sentar teoría general sino atribuir a un ser: el malogrado, que por supuesto nos guiña el ojo para hacernos sus émulos.

Escucho al terminar esta reseña las bellas “Variaciones Goldberg”, compuestas por pedido del conde Hermann Carl von Keyserlingk a Bach en 1741 para que Goldberg se las interpretara y sosegara así las horas de insomnio del conde.

¡Buena lectura y buena música!

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Gran motivación en la consolidación de una ideología libertaria; hedonista; redimida de prejuicios; derribadora de paradigmas, en particular los religiosos; cuestionadora de tradiciones; cartesiana...