miércoles, 28 de febrero de 2007

Mundanidades

Por Fernando Fernández
Agosto 14 de 2007

Uno detrás de otro con distancias ínfimas que acaban con el espacio vital, encajados con tal milimetría que no dan cabida a sombras; espacios rayanos de la promiscuidad y que a fuerza de estrujones terminan no sólo con la paciencia sino con la decencia aparente, porque de la otra nada se sabe. Cada cual absorto en sus propios desasosiegos, como si fueran extraordinarios, sin interesarse por sus vecinos, excepto para desear que abandonen su puesto y con ello avanzar posiciones y ganar tiempo, amplitud y oxígeno.

Todos tan cerca, en tumultos lineales, en roces fugaces con quienes el azar les asignó por colindantes; la ligazón momentánea no les produce cercanía humana, por el contrario se evidencia fastidio por la imposición de la circunstancia, por la no oportunidad de la libre escogencia a que confronta el frote y la convivencia obligada. Los olores tampoco parecen agradar y cada cual los juzga: unos como altivos por demasiado perfumados artificialmente, otros por estar demasiado cerca de los efluvios de la naturaleza corpórea; aunque algunos finos olfatos se satisfagan callada y perniciosamente de las feromonas que pescan e intercambian en este hacinamiento forzado.

Los hay quienes secretamente, y hasta con la desfachatez favorecida por la fricción forzada, desean carnalmente a su vecino y se abandonan en contorsiones disimuladas, exponiéndose a la ignominia de un escándalo público que los deje mal librados.

Mentalmente cuajando todo tipo de críticas e inquinas contra el acompañante fortuito, desde lo que se considera de profundidad, hasta lo anodino. Consideraciones todas en fin de cuentas superficiales, pues no poseen ningún fundamento certero dado el desconocimiento grande que se tienen, a pesar de tanta proximidad física. Así es que los unos consideran burdos y carentes de caletre a los otros, y éstos a otros tantos, como faltos de afecto y sensibilidad, y aquéllos desprecian a los otros porque consideran que su vestir no es apropiado, porque el maquillaje, porque el colorido, porque su voz, porque su estatura, porque lo uno y porque lo otro, por lo que tiene y por lo que carece.

Y ahora con esa llovizna que se instala, la molestia se acentúa, hay que guardar las posiciones al tiempo que evitar el empaparse en demasía, que aunque esas finas gotas no sean torrentes, su persistencia durante tan largo e ininterrumpido lapso logra los mismos efectos mojadores. Ahora todos están deslucidos, los cabellos desgreñados, las ropas ajadas, ah, y los olores desagradan aún más, la mugre mojada expele molestos hedores. Algunos paraguas se abren, los de los precavidos que despiertan envidias y apegos interesados, arrimos disimulados para compartir el cobijo y pasar el chaparrón que se anuncia y que maltrata sin distingos a todos por igual.

Es que se da por seguro que todos los que anteceden en esta espera interminable son competidores y por tanto enemigos, que su presencia en la fila resta posibilidad a la aspiración del otro; enemigo a liquidar para aumentar la probabilidad de éxito. Pero, ¿se tiene certeza de que quienes anteceden son realmente adversarios? ¿Serán sólo predecesores de algo insospechado? ¿No será más dulce la espera que la obtención impensada de lo que nada se conoce?

Los hay de todos los carices: los entusiastas que avanzan convencidos del resultado final; los incrédulos que les tocó encasillarse y dudan de lo prometido; los que esperan con ingenuidad verdadera o simulada; los que se proponen llegar a la meta por falta de otra ocupación, por ocio desesperado; los pesimistas que sea cual fuere el resultado no encontrarán satisfacción ni en la espera ni en el resultado; los escépticos; los qué-hay-por-ver; y todos los demás. En general todos ansiosos, pendientes del tiempo que ha transcurrido desde que nacieron para la fila, e ignorantes del que les falta para llegar. Impaciencia manifiesta.

Fila que avanza lentamente, al tiempo que crece a un ritmo más acelerado la molestia, la ansiedad y el desprecio hacia los que rodean, como si los otros fueran culpables de la situación, como ignorando que todos estuvieran en el mismo embrollo y propietarios del mismo fastidio y del mismo apuro de tropel sin rumbo claro.

Algo poseen en común: el afán de terminar rápido el trámite, la ansiedad de poder realizarlo todo en el tiempo impartido, que no falte ningún requisito por vivir, y haya que repetir este disgusto; desconociendo o fingiendo ignorancia de que esta fila sólo se hace una sola vez, sin posibilidad material de repetición.

Hay claramente momentos en que el avance es palpable, de un jalón, y por razones desconocidas, varias personas, cientos llegan a la meta, así como a veces la lentitud llena de un tedio que invade los cuerpos que parecen cubrirse del moho del tiempo y de la insoportable espera.

En ese afán por llegar, por alcanzar un cometido cuya meta se ignora u olvida, se pierde no sólo la paciencia, sino el sentido de lo buscado, del fin último de tanta espera. Por pensar en la meta que ahora no saben si en realidad anhelan, olvidan de disfrutar la espera que cada vez más parece ser el verdadero y único regocijo.

Sin embargo, se detecta que a medida que se avanza y que el fin está próximo, o al menos que se presiente, hay menos interés por abandonar aquel enjambre lineal que tanto disgusto ha causado; quizá la incertidumbre es más amplia de lo que se confiesa y que el fin es menos claro de lo que fraguan instintivamente las palabras, las ideas y los credos. Se teme el final de esa fila, produce pánico la entrada en esa supuesta eternidad que bien puede ser la nada eterna.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me hiciste recordar los límites de la distancia corporal y ecnontré lo sigueinte en la Internet. Muy buen texto. Se siente lo vivido y sufrido. Nelson
«Les scandinaves limitent les contacts corporels au minimum
dans leurs interactions. Ils gardent entre eux-mêmes et leur
interlocuteur la distance d'un bon bras. Pour un Néerlandais
ou un Allemand, cette distance est encore plus nette. Au
contraire des Espagnols, Italiens ou Français, sont habitués
à se tenir très près et se prendre par le bras pour se parler.»

Anónimo dijo...

Muy bueno su artículo... todos haciendo una fila tal vez esperando respuestas a tanta incertidumbre y en ese transcurrir de los días cada vez nos alejamos mucho más de disfrutar lo presente, lo real lo palpable y como se ve claramente en su dibujo, (excelente por cierto) nuestro mundo, al que tenemos acceso se nos "derrite" y dejamos pasar las pocas o muchas oportunidades que la vida nos brinda en espera de algo especial. Por eso a aprovechar cada minuto y cada instante como si fuera el último.
Abrazos, María Helena

Anónimo dijo...

Linda metáfora de la Vida.

La idea me parece genial y, como en otras veces que leo cuentos que me gustan, pienso en el ejercicio que me hubiera demandado el plasmar la idea a mi manera.

En este caso, por ejemplo, me hubiera gustado un escenario de más de una dimensión (la fila), aunque el tiempo puede ser la única dimensión que yo imagino. O me hubiera gustado un tinte algo menos pesimista, al menos un poco hedonista, para tener la esperanza de no pasarla tan mal de no ser otra cosa que una oveja más del gran rebaño.

Linda metáfora de la Vida, aunque -teniendo en cuenta lo anterior- con las imprecisiones propias de las metáforas para captar todos los detalles que uno pensaría que se deberían captar. Solo que eso lo siento porque no fui quien tuvo la idea y la llevó al cuento. Una especie de envidia, de la buena, que algunos llaman.

Rodrigo

Anónimo dijo...

Este escrito me impactó.
William



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Gran motivación en la consolidación de una ideología libertaria; hedonista; redimida de prejuicios; derribadora de paradigmas, en particular los religiosos; cuestionadora de tradiciones; cartesiana...