viernes, 16 de marzo de 2012

"El museo de la inocencia" de Orhan Pamuk


La obstinación tiene su museo
Por Fernando Fernández



Kemal miembro de una familia turca estambulí, burguesa y fuertemente adinerada lleva una vida de opulencia y diversión, que mezcla, sin mayor dedicación, con la dirección de una de las empresas familiares. Próximo a contraer pomposas nupcias con Sibel, una bella joven elegante, seductora y perteneciente a su mismo medio social.

El azar que todo lo puede, hace que Kemal reencuentre a la bella Füsum, de modesta condición económica y social; quiso también el destino que Kemal quedará de por vida profundamente enamorado de esta bella joven quien es, además, su pariente lejana. En más de 600 páginas, el escritor Pamuk –autor de interesantes novelas como La vida Nueva, Nieve, Estambul, Me llaman rojo, entre otras– nos narra un amor perturbador que marca y cambia para siempre la vida de los dos protagonistas. Es un amor puro, idealista, inocente que durante mucho tiempo se contenta con la admiración ingenua de la presencia del otro; particularmente para Kemal su existencia se reduce a la contemplación amorosa de Füsum. Durante ocho años Kemal acude casi diariamente a casa de su amada Füsum para impregnarse de su presencia a través de castas miradas, guiños, roces, palabras indirectas, televisión y cenas compartidas bajo el ojo colaborador pero avizor de la familia.

La materialización de ese amor, en vista de la imposibilidad de un contacto físico, se traduce por otra obsesión: la apropiación y colección de los objetos que Füsum, su adorada, ha tocado, de los que se ha servido, de los que ha usado, de los que han constituido anodinamente su diario vivir. De esta manera Kemal, el protagonista, arma un museo, su museo, el de la “inocencia”, el cual inspirado de muchos otros existentes en el mundo pretende poner a la luz pública su larguísimo y apasionado idilio, para que a guisa de ejemplo permee a sus visitantes, así como para sirva de conjuro a su mal de amor, de recuerdo y sobre todo le dé una razón de vivir.

Es también este libro de Pamuk un recorrido, casi turístico, por Estambul: sus calles, sus salas de cine, sus cabarets, sus restaurantes, su vida corriente. Se observa también en telón de fondo la vida política turca, por ejemplo: la presencia permanente de su creador Atatürk, el golpe de estado de los militares, sin que esto constituya en modo alguno el tema central de la novela.

Dentro de la encrucijada de la Turquía occidentalizada y el conservadurismo tradicional esencialmente de origen islámico, la temática propuesta en el libro se relaciona mucho con el trato hacia la mujer y muy particularmente de la importancia de su virginidad en esa sociedad falócrata, en transición cultural y que es elemento fundamental del matrimonio; las relaciones prematrimoniales, aunque admitidas por las clases altas, son escandalosas, cuestionadas e indignas de la mujer, so pena de una consideración libertina y de una deshonra y rechazo para la mujer. Esto marca una diferencia grande con el mundo Occidental actual, al que aspira Turquía a pertenecer, incluso, hoy en día con la aspiración de ser miembro de la Comunidad Europea.

La novela narra, en primera persona, una historia triste, así su protagonista Kemal se esfuerce en convencernos de lo contrario y de gritarnos que su tragedia es felicidad, así su canto permanente de esperanza no resuene sino en sus propios oídos. Es también una historia de rebeldía, la de este burgués frente a su rango, casta y familia, pero es ante todo la historia de una obsesión, de una obstinación enfermiza rayana de la paranoia, tanto en la frecuentación amorosa de Füsum, como en la construcción obcecada del Museo de la Inocencia que no es otra cosa que la puesta en público de un enorme fetichismo; como el de cualquier museo personal, nos diría el protagonista.

Para quienes somos occidentales, nos es en general difícil entender completamente el estilo y la mentalidad oriental; Pamuk no nos hace excepción, aún siendo gran conocedor y estando fuertemente impregnado de la cultura occidental, su narrativa está muy compenetrada de sus raíces culturales de origen. Por ejemplo: los largos, larguísimos pasajes narrativos repletos de minuciosos detalles, citación innecesaria de numerosos nombres; accesorios considerados, probablemente, superfluos para un lector occidental y hasta presentándosele como tediosos. Claro, habrá que traer a mente que es ésta elaborada parsimonia justamente lo que marca la diferencia con nuestra cultura; basta con recordar las largas narraciones de Sherezada. Otro aspecto importante del mundo oriental, plasmado en el libro de Pamuk, es la expresión de amor que mientras que para Occidente reviste el conocimiento de una persona, su frecuentación, su exploración y conocimiento intelectual y físico, en el caso oriental, esta manifestación no parece –al menos en los años setentas y ochentas en los que se desarrolla la acción novelística– asociada a estas características y suele ser más abstracta, casi una quimera urdida sobre la persona amada, a quien, en fin de cuentas, se desconoce enormemente, y en donde abunda la contemplación cuasi extática, como forma amatoria suficiente.

Es este extenso libro un interesante aporte al entendimiento o, como mínimo, a la constatación de la ambigua situación turca, vacilante culturalmente entre el islam y sus deseos inconfesos, y políticamente incorrectos, de occidentalización.

Por lo anterior, mi sentir occidental estaría tentado de decir que la novela peca –además de por su gran extensión– de una buena dosis de candidez, de un simplismo en el manejo de aquello que constituyen sus principales elementos: amores impetuosos aparecidos al ritmo de una primera mirada, transformación súbita y desmesurada del personaje central en virtud del amor profesado, y finalmente de una escritura sin gran pulimento, presentada casi con la naturalidad de un diario personal. Esto no es una descalificación de la novela, la cual, por el contrario, me permito recomendar, así como en general la obra de este gran escritor turco, quien merecidamente se hizo acreedor al premio Nobel de literatura, versión 2006 y quien –guardemos la sorpresa– hace también parte de la narrativa del libro.

No hay comentarios:



Tu colaboración es muy importante; participa con tus comentarios.
__________________________________________

Datos personales

Gran motivación en la consolidación de una ideología libertaria; hedonista; redimida de prejuicios; derribadora de paradigmas, en particular los religiosos; cuestionadora de tradiciones; cartesiana...