miércoles, 7 de febrero de 2007

Monogamia galopante y farsante

Por Fernando Fernández

Febrero 7 de 2007

La no práctica de la monogamia hace a un individuo automáticamente acreedor de cargos que se expresan con adjetivos altisonantes tales como: perverso, promiscuo, inmoral, aberrado, adúltero, infiel, corrompido, desleal, traidor, vicioso, depravado, indecente y otros tantos de menos cómoda escritura.

La noción y usanza de la monogamia se ha consolidado en el mundo y en particular, en Occidente bajo la influencia judeo-cristiana que la ha elevado a la categoría de virtud obligatoria, de ordenanza de cabal cumplimiento para quienes pretendan disfrutar de las mieles etéreas que prometen los mercaderes de ilusiones celestes. La idea trasciende aún entre los no adeptos a los avatares piadosos, bajo la forma de canon de conducta esperada, imperativa, políticamente correcta y por supuesto de alta connotación moral.

Desear carnalmente a una persona y, mejor aún, retozarse sexualmente con ella es maravilloso, el placer de un orgasmo es difícilmente comparable en intensidad a cualquier otra actividad humana. A todas luces son preferibles estos actos voluptuosos que el propinar a nuestros congéneres acciones de violencia, de odio, de agresión o más grave aún causarles la muerte. Nuestra sociedad imbuida de premisas judeo-cristianas prefiere -sin confesarlo- las anteriores atrocidades al ejercicio de la sexualidad. Por ejemplo, son consideradas inofensivas y por tanto permitidas las escenas de violencia en televisión en donde la “ficción” permite acribillar a los humanos con todo tipo de sevicias y considerar esta barbarie como un acto inocuo comparado con un desnudo o una escena sexual. Es así que se observa con gran naturalidad a los héroes de pacotilla y fantasía matar a cuantos quieren, pero sería atentado a la moral que estos héroes de marras se desnuden o se exhiban en actos lúbricos; esto sí es peligroso y por tanto objeto de ocultamiento y censura.

Bueno, es que no ha de olvidarse que en la mentalidad imperante y operante, el sexo tiene cierto tufillo de pecado, de suciedad. Es algo que emana del pecado original y cuya culpa se ha de espiar. O sea, que el sexo es per se algo malo. Ahora, si de gracia, se pretende que esta sexualidad sea compartida poligámicamente o en ambientes grupales, pues la aberración es configurada. Contra ello habrá de tomarse consciencia y acción: El sexo no es malo en ninguna de sus formas, con tal de que éste se practique entre personas libremente consintientes y se respeten las edades de maduración sexual. Ver un rostro inundado y radiante de placer en lugar de verlo aterido de temor: Qué gran delectación, sobre todo si somos nosotros los “causantes”.

Los maridajes se arman por una vasta y hasta incomprensible gama de razones que oscilan desde la conveniencia hasta la desaforada pasión. Cada cual escoge la modalidad que mejor le horme, sin que se necesite que los demás aporten sus facilistas juicios de valor. Y hay uniones que se inician y persisten porque han entendido que la vida en cohabitación a dos (o a más) es más conveniente, más agradable, menos penosa, que añade elementos importantes, tales como: el enamoramiento, la amistad, la afectividad, la complicidad, la ayuda mutua, la complacencia de compartir, el mantener a raya la soledad, el cariño, el afecto, la querencia y otras tantas ventajas que facilitan nuestro difícil rol de humanos que sin consulta nos tocó. Esto no excluye ni impide que haya otras personas por quienes experimentamos deseo y con quienes probablemente no nos vendría al espíritu compartir otra cosa que fugaces ardores y apasionados espasmos sexuales. La conjugación de estas dos circunstancias no es incompatible y puede ser vivida simultáneamente, sin prejuicios ni temores ni menos aún perturbaciones de los qué-dirán.

La sociedad judeo-cristiana ha erigido arreciadas barreras para que estas expresiones más amplias de sexualidad no se establezcan y el principio de pecado está ahí, cancerbero atento, para reprimir cualquier desliz. Sin embargo, la naturaleza humana que entiende más a los humanos que aquellos que han dictado las restrictivas normas, empuja a sus individuos a prácticas no monogámicas que se realizan en secreto, con ocultamientos al amparo de la observación y el juicio de los otros. Esto es exactamente doble moral, hipocresía, la que parece contentar una buena parte de la población. Orgasmos secretos, orgasmos de culpa, en lugar de francos, intensos y liberadores.

Una visión hedonista, que es la que deberá a mi juicio imperar, tendrá que acabar con muchos prejuicios, con muchas reglas establecidas y abrir nuestras mentes y cuerpos para dar y recibir satisfacciones sexuales sin aprensiones. La monogamia obligada es tristeza; fuente de desavenencias; de separaciones dolorosas; de frustraciones por promesas no tenidas, por imposibles de cumplir; amalgama inconveniente de la tríada amor-sexo-procreación; represión del instinto; contraria al dictamen de la condición humana.

¿Cómo se puede imaginar alguien que por el hecho de haberse establecido en unión marital cese su atracción sexual hacia el resto de la humanidad? De discurso y por conveniencia probablemente sí, como también es cierto en los inicios de una relación en donde su fortalecimiento requiere lapsos de exclusividad. Con el tiempo las relaciones debn dar solución al deseo circundante confrontándose a varias opciones: Continuar con la exclusividad porque el atractivo sexual perduró suficiente para no buscar soluciones exógenas; Sobrellevar estoicamente la frustración de la intocabilidad autoimpuesta de la carne seductora y rondante; Manejar relaciones extra-maritales clandestinas; Reemplazar la relación en procura de horizontes diferentes, con pérdida de lo adquirido en otros ámbitos diferentes del sexual; o Abrir la relación para acoger otras oportunidades carnales, es decir entender que se puede desear fundirse eróticamente con otras personas y no por tanto devastar lo construido.

En fin, la monogamia es el producto de un acuerdo cultural, ratificado posteriormente por normas morales, en su mayoría de orden religioso. Su práctica confina al ser humano, en muchos casos, a una conducta que no le es natural ni espontánea y por tanto es frecuentemente origen de hipocresía y farsa. El hedonismo como objetivo razonable de “felicidad” deberá liberarnos, flexibilizarnos y unirnos en grupos sexuales más extensos y simbióticos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Primero que todo muchas gracias por el envio de estos textos muy
interesantes, de golpe uno se anima con la misma furia contra el
obscurantismo, la estupidez y otra maldad de nuestra sociedad. C'est
comme un bain de jouvance...
felicitaciones por tu blog!
Bises. M.

Anónimo dijo...

Bravo, abajo los prejuicios y que viva el hedonismo.
OR

Anónimo dijo...

Me gusto tu articulo. Bien realista.
Un abrazo,
José Luis

Anónimo dijo...

Me encanto tu articulo. Especialmente "Ver un rostro inundado y radiante de placer en lugar de verlo aterido de temor: Qué gran delectación, sobre todo si somos nosotros los “causantes”. Siempre cuando se piensa en el sexo se piensa en el placer propio y pocas veces en placer que podemos dar a otros. Estoy de acuerdo que es muy maravilloso ser "el causante" del placer.
Estoy de acuerdo que la sociedad es hipocrita al permitir la violencia en television y censurar tan duro el sexo.
Quisiera quisiera agregar que la monogamia mas de ser impuesta por la tradicion judeo-cristina, ha sido impuesta por los machos (humanos) sobre las hembras para asegurar la paternidad de la creatura que va a nacer.
Todas las religiones, no sólo las judeo-cristiana imponen la monogamia. Pero hipócritamente el rompimiento de esta monogamia es severamente castigada en la mujer y tolerada en el hombre.
"o Abrir la relación para acoger otras oportunidades carnales, es decir entender que se puede desear fundirse eróticamente con otras personas y no por tanto devastar lo construido." Creo que todos o mejor todas tenemos el temor de perder lo construido si se permite la experience sexual abierta. Siempre se corre este riesgo.

Gladys

Anónimo dijo...

Me encantó este artículo, lo he reenviado a varios amigos, estoy 100% de acuerdo. ABAJO LA MONOGAMIA, QUE VIVA LA LIBERTAD SEXUAL!!!!!!
Margarita

Anónimo dijo...

Excelente Fer , que bueno, despues de venir de una cultura castrante y casi al llegar a los cuarenta encontrarse con la realidad de una relacion que merece ser duradera y que para ello es importante no ser monogamos por conviccion y entender que la atraccion persistira por otros ...es maravilloso , es un articulo que llega a mi vida en el momento justo.....a veces nos sentimos como tu mismo dices ...promiscuos , obsenos .....pero no es asi...somos HUMANAMENTE HERMOSOS E IMPERFECTOS

Anónimo dijo...

Interesante planteamiento que rompe las barreras mentales de cada uno tus lectores; tan acostumbrados a una cultura castradora de las pasiones y de la naturaleza humana. (Aunque sin desconocer que cada persona esta en pleno derecho de escoger sus propios caminos sin hacerle daño a los demas)

Wilmer,

alicca dijo...

Muy interesante tus artículos, me gusta que inviten a la reflexión. En horabuena.Alicca.



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Datos personales

Gran motivación en la consolidación de una ideología libertaria; hedonista; redimida de prejuicios; derribadora de paradigmas, en particular los religiosos; cuestionadora de tradiciones; cartesiana...