sábado, 17 de marzo de 2012

“La historia de mi pureza ” de Francesco Pacifico


La religión como pretexto

por Fernando Fernández



“La soledad de un hombre es un largo día sin pantalones,
con las ventanas cerradas y la mano metida en los calzoncillos, por delante o por detrás,
que rasca, acomoda, mueve;
en el que imperan los olores del cuerpo, del cubo de la basura, del fregadero, el polvo de la caja de la escalera,
nunca contrastados por un olor agradable, salvo quizá el del champú”.
F.P.


La corta descripción de la contraportada del libro, así como los comentarios editoriales son suficientemente atractivos para motivar la lectura de este libro que ya ha tenido amplia acogida internacional: vendido en siete países. Intentaremos en esta reseña analizar brevemente si estos comentarios corresponden justamente al contenido del libro, ahora que lo hemos pasado por el tamiz de la lectura.

Francesco Pacifico (Roma, 1977) es el escritor de esta novela, trabaja como traductor y redactor de la conocida revista Nuovi Argomenti. En 2003 publicó su primera novela, “Il caso Vittorio“.

Una familia italiana numerosa, romana, de características liberales en su actuar y pensar: un padre disoluto, machista y perseguidor de faldas, una de las hijas escritora de libros laicos de clara tendencia libre pensadora, y los otros hijos de características corrientes sin extravagancias de pensamiento. En ese ambiente sobresale Piero Rosini, el protagonista de la novela, el hijo con peculiaridades ideológicas: ultraconservador, católico extremista, de moral y costumbres obtusas y empleado de una editora de libros católicos. Piero aunque casado y en convivencia con su mujer no mantiene con ella (ni con nadie) relaciones sexuales por desinterés, desidia y pacatería.

En este ambiente liberal, Piero descubre aterrado, en medio de su acentuada mojigatería, un “gran atractivo en las tetas de su cuñada Ada”, quien como él es una joven beata que sólo se interesa en la vida religiosa: una especie de monja laica. En todo caso, a raíz de esta atracción sexual algo se zambulle en la cabeza de Piero y comienza un proceso de liberalización de sus pensamientos que lo lleva a frecuentar otros contextos de más abierta mentalidad, sin que ello implique un paso al acto físico liberatorio.

En la editorial católica, su sitio de trabajo, se elaboran libros que se caracterizan por una ideología extremista tanto en religión como en política; Piero ha propuesto un nuevo libro en el que acusa a Woytila (el Papa Juan Pablo II) de haberse dejado manipular por los judíos y argumenta que su ideología papal está fuertemente influenciada por éstos. El libro propuesto no es otra cosa que un mediocre manifiesto antisemita.

Piero en su proceso de liberación mental y sin otra razón que la de buscar a una camarera de un bar que lo sedujo, viaja a París en donde se establece con la excusa de colaborar con una pequeña editorial católica francesa. Su padre gozoso, al imaginarlo en un París libertino, le aporta ayuda económica con el ánimo de “convertirlo en un verdadero hombre” que se acueste, como él, libre y sin compromisos con muchas mujeres, y las francesas, según él, son las especialistas.

Quiso el azar que en París Piero trabara amistad con un grupo de alocadas chicas con quienes comparte alcohol, marihuana y noches de parranda. Pero es Clelia quien se interesa en Piero y desea mantener una relación afectiva y carnal con él. A través de Clelia conoce a su tío que le provee una fuente de trabajo para que abandone la muy católica editorial que le suministra subsistencia y alojamiento. Paradoja del destino: es una familia judía, ante la cual, por supuesto, oculta su antisemitismo.

En permanencia Clelia se le insinúa carnalmente; duerme con gran frecuencia en el apartamento de Piero, quien a pesar de las pulsiones que le desata, se contenta con observarla voyerísticamente durante su sueño, sin osar, por temor a incurrir en pecado, corresponder a estas marcadas insinuaciones. Clelia palidece de deseo y enamoramiento, mientras cobardemente Piero deja progresar esta ambigua relación, en donde no ocurre nada concreto.

Es en definitivas Piero un pelele de muy poca autonomía y marcada inmadurez; incapaz de tomar decisiones por sí solo. Son, según las circunstancias, sus padres, su mujer,la Iglesia, su trabajo o Clelia quienes organizan su vida, contentándose éste, cual adolescente, con expresar algunas dosis de rebeldía. Incapaz de tener una vida económica independiente, incapaz de separarse de su mujer por quien no siente gran atracción, incapaz de manejar sus convicciones ideológicas ante su familia, incapaz de organizarse autónomamente en París sin la directriz de Clelia. Deduce uno que el tema religioso es un artilugio autoimpositivo que le permite ocultar esa incapacidad de decidir de su vida y sus actuaciones, de manera independiente. Vemos, entonces, a lo largo de la novela a este monigote de gran ingenuidad, rayana en la puerilidad, enfrentarse a sus relaciones amistosas, afectivas y sexuales.

Pone este libro de manifiesto el frecuente dilema: tengo miedo de ejercer mi libertad, y en consecuencia busco excusas y personas para coartármela y que tomen decisiones en mi lugar. Me gusta citar a Erich Fromm, y aquí nuevamente lo hago con su magnífico libro “El miedo a la libertad”. Y es éste el interés del libro, más que por la historia contada: evidenciar a un personaje fuertemente dependiente de todos y particularmente atado a una ortodoxia religiosa de otro tiempo que lo protege de asumir una madurez sexual y afectiva. El pánico al pecado predomina y cohíbe su actuar; llega el personaje a interrogarse, sin darse una real respuesta, si ello no obedece a una homosexualidad no asumida.

Por lo demás, se trata de un divertido libro en donde el escritor, entre otros aspectos, se esfuerza por nombrar y describir las calles romanas y parisinas, con algún exceso a mi gusto; una historia más bien plana, con una carga densa de sobresaltos y movimientos hacia el final de la novela; probablemente el lector quedará con la irritante sensación de no ver evolucionar el carácter del personaje hacia una maduración, y colegir que sus prejuicios morales emanados de su ultracatolicismo son más bien un pretexto para justificar un temor reverencial al sexo.

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Datos personales

Gran motivación en la consolidación de una ideología libertaria; hedonista; redimida de prejuicios; derribadora de paradigmas, en particular los religiosos; cuestionadora de tradiciones; cartesiana...