sábado, 17 de marzo de 2012

“ El cuerpo en que nací ” de Guadalupe Nettel


Triste niñez

por Fernando Fernández



“Los comportamientos adquiridos durante la infancia nos acompañan siempre,
y aunque hayamos conseguido, a fuerza de una gran voluntad,
mantenerlos a raya, agazapados en un lugar tenebroso de la memoria,
cuando menos lo esperamos nos saltan a la cara como gatos enfurecidos””.
G.N.

Ha querido la escritora consagrar este libro a un recuento autobiográfico de su niñez; y aunque novelado en algunos aspectos, en su mayoría es fidedigno a los hechos acaecidos, según manifiesta ella misma. Una niñez más bien desafortunada, triste y de la cual los recuerdos plasmados constituyen un desahogo de esa infeliz época vivida. Parece el libro un conjuro de la escritora contra esa aciaga cadena de reveses.

La escritora Guadalupe Nettel, nacida en Ciudad de México en 1973, doctorada en Ciencias del Lenguaje en París. Autora de varios cuentos, ensayos y de dos novelas (“El huésped”, “El cuerpo en que nací”), su obra ha sido traducida a varias lenguas y recibido varios reconocimientos: el premio alemán Anna Seghers, el premio franco-mexicano Antonin Artaud, el Premio Nacional de Cuentos Gilberto Owen y el Prix Radio France Internacional, entre otros. El Hay Festival Bogotá 39 la seleccionó como una de las mejores escritoras jóvenes de América Latina y la Revista Gatopardo la eligió como una de “las representantes más ilustres de esta nueva generación de autores”. La revista Arcadia y El País eligieron su libro “Pétalos y otras historias incómodas” como uno de los mejores del año.

El México de la época de la novela es el hospitalario del exilio, adonde acudían multitud de latinoamericanos huyendo de las dictaduras imperantes, en particular de la execrable chilena de Pinochet. Y es en este México de los años 70s en donde transcurre la historia contada.

La novela está narrada en primera persona, y es la transcripción de un monólogo que sostiene la escritora-protagonista en el diván de la doctora Sazlavski, su psicoanalista. No es, sin embargo, este recurso desarrollado cabalmente y se contenta el autor con citar el nombre del analista de vez en cuando con lo cual el efecto psicoanalítico buscado pierde fuerza, dejando, a contrario, la sensación de poca convicción y de una cierta carencia de credibilidad.

El contexto es el de una familia conformada por los padres y sus dos hijos (la protagonista y su hermano) que en su pensar y actuar se apartan del clásico vivir. Padres muy a tono con la moda ambiente del entonces: ensayos educativos de gran liberalidad y poca orientación de los hijos, parejas abiertas, libertad sexual, consumo de drogas y de experimentación hippy. Lo paradójico es que estos padres se presentan liberales en sus propios comportamientos y discursos, más no en la permisividad hacia el libre actuar de sus hijos, para quienes no siempre aplican las actitudes predicadas y practicadas.

Los hijos se ven avocados a: múltiples cambios familiares, que incluyen separación de los padres, cambios de país, a unos padres a menudo ausentes y a una abuela exaltada que asume las funciones de educación y vigilancia. Después de una larga ausencia de la madre que se había instalado en Francia por razones de estudio, los dos hijos vinieron a vivir con ella; la experiencia narrada incluye clásicamente la adaptación a un medio diferente, el aprendizaje de una nueva lengua y el difícil relacionamiento con un ambiente impregnado de la multiculturalidad propia de Francia en la que participan no sólo europeos sino magrebíes y latinoamericanos que constituyen el forzado y nuevo entorno de los retoños.

Para la protagonista esta época que narra es también la del despertar de las hormonas, de la transformación del cuerpo, la aparición del deseo y las primeras aproximaciones sexuales; experiencias que descubre la niña con improvisación y con enorme dificultad, y que lejos de ponerla en valor y producirle goces, la llena de inseguridades, de incomprensiones, de asombros y sobre todo de soledad.

A la libertad educativa de los padres ausentes, le sigue una disciplina represiva ejercida por la abuela, para quien todo es pecado e indecoro. Pobre niña abandonada e incomprendida en un mar de turbulencias hormonales; en esa deriva se encuentra con el fútbol que practica con pasión y destreza; junto con la lectura es el único escape que encuentra al asedio permanente de sus incertidumbres y cuitas.

No es azar que el libro sea una verbalización de la niña, ahora adulta, a un psicoanalista, es que la situación de inestabilidad e inseguridad vividas durante su niñez le amerita ponerse en manos de un experto síquico. Tampoco ha de perderse de vista que el padre de la escritora tanto en la novela como en la vida real es psicoanalista. No vaya a creerse, sin embargo, que las reflexiones psicoanalíticas ocupan gran parte de la novela, por el contrario la escritora se contenta, la mayor parte de las veces, con citar a la doctora Sazlavski.

Muchos temas abordados permanecen en definitivas muy livianos, simplemente son aludidos o su desarrollo es puramente anecdótico; no son tratados con profundidad ni narrativa ni analítica, lo que hace que este compendio de temas deje una cierta destemplanza o un apetito no colmado. Parece entonces que la escritora estuviese más interesada en hacer un inventario de hechos acaecidos que en estudiar el impacto que éstos tuvieron sobre su niñez. Exhibir la infelicidad sin interesarse en las consecuencias: una niña desgraciada, que sufre, pero que en definitivas no se ve mayormente afectada en su formación ni en su desarrollo mental, ¿por qué tendrá necesidad de acudir al psicoanalista años después? se puede uno interrogar.

Parece que los molestos hechos sufridos no la marcan con fuego candente; constituyen, a lo sumo, recuerdos molestos que por confort desearía olvidar; sin embargo, estuvo expuesta a una gran desconsideración y abandono parental, al maltrato y menosprecio de su abuela, a un defecto físico de nacimiento que le ocasionó una pérdida visual permanente, al descubrimiento de que su padre ausente en realidad estaba encarcelado. Falta, sin duda, fuerza en la consecuencia.

Es un libro de lectura rápida, con un estilo de escritura más bien desabrida y cuyo contenido, a mi gusto, no pasa de ser un cuento desventurado de niñez, por fortuna asperjado de algunas frases de interés que condimentan bien el texto; un buen ejemplo que además nos puede servir de colofón es ésta: “Quizás en eso radique la verdadera conservación de la especie, en perpetuar hasta la última generación de humanos las neurosis de nuestros antepasados, las heridas que nos vamos heredando como una segunda carga genética””.

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