sábado, 17 de marzo de 2012

“El traje gris” de Andrea Camilleri


Infidelidades en gris

por Fernando Fernández



“Veía el futuro como una especie de agujero negro,
completamente vacío,
que tendría que llenar de alguna manera para que no se lo tragara”.
A.C.

Esta corta novela tiene por tema la difícil y mentada relación de pareja (ah, tan deseable y tan compleja), en particular cuando entre los consortes hay diferencias grandes de carácter, de objetivos, de nivel de ingresos e incluso de edades. ¿A qué conlleva esto cuando se deja que el azar o el tiempo manejen el hecho conyugal sujeto per se a los permanentes oleajes del diario vivir –vaivenes, caprichos, humores, economía: son sólo algunos cuantos– sin que medie un propósito ni intervención firme y deliberada? Es el presente libro, como bien advierte el escritor, una “historia conyugal”, bien condimentada, añadiría yo.

Andrea Camilleri es el autor de “El traje gris”; nacido en 1925 en Sicilia; aparte de su oficio de novelista es también guionista, director teatral y televisivo; es, sin duda, uno de los emblemas de la literatura italiana actual, su notoriedad fue alcanzada con una serie de diecisiete novelas policiacas que tienen como personaje central al comisario Salvo Montalbano, nombre que utilizó como guiño admirativo al gran escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán.

El protagonista de esta novela, un banquero de alta posición social y económica se desposa en segundas nupcias con Adele, una mujer joven, a quien le aventaja veinticinco años; bella, sensual, coqueta, vanidosa: una femme fatale. Él es banquero y aporta una cómoda manutención y una holgada vida material, sin embargo, no tiene ningún poder de decisión en su propia casa –por renuncia sobrentendida o apatía–, a contrario de lo que ocurre en su oficina, en donde reina en jefe. Así las cosas, su elegante y amplia casa se ve reformada sin su anuencia, así como la distribución de las alcobas, en donde ya no tiene cabida para un cuarto compartido con su mujer; se ve confinado a cuartos pequeños y lúgubres mientras su mujer Adele disfruta de grandes espacios y comodidades. Esta mujer se convierte por falta de fortaleza del marido en usurpadora de sus pertenencias, sin que el protagonista manifieste pesadumbre diferente de la cavilación mental sin ninguna expresión de contrariedad visible. Adicionalmente, la gran capacidad sexual de Adele, así como la edad del protagonista hacen que ésta se entregue sin medida ni escrúpulo a una intensa actividad sexual con diferentes hombres, al tiempo que evita mantener relaciones con su propio marido. Aún cuando se siente atrapada en sus amoríos se da mañas para ocultar lo evidente y reposicionarse en su imagen marital; es inocultable la relación que mantiene en su propia casa con un apuesto y joven “sobrino”. Una buena descripción la presenta el narrador cuando dice: “Adele era como uno de esos gorriones que, después de que la tormenta los deja empapados por haber permanecido posados en una rama, se sacuden batiendo las alas y quedan más secos que antes”.

No ha querido el autor poner nombre propio al banquero de marras, tal vez queriendo así generalizar el doloroso hecho. Están sin duda de por medio la humillación y el latigazo al amor propio que se ponen de manifiesto por la época en que transcurre la novela: la jubilación. Esta nueva etapa sorprende al banquero como un hombre sin ninguna actividad prevista, sin rumbo y sin meta clara, lo que le produce una profunda desazón que rumia por orgullo en silencio. Ilustra bien el momento vivido por el protagonista esta frase: “Iba vestido como para asistir a un consejo de administración, cuando lo único que habría de administrar a partir de aquel momento era la enorme cantidad de tiempo que tenía a su disposición para no hacer nada”.

Es entonces, también una historia de vejez no preparada, en donde sin control el otrora banquero intenta aceptar un nuevo oficio en el que se avizoran historias de corrupción y mafia que ponen a prueba su ética personal. La enfermedad que le aparece, marcará el relato y definirá el rumbo del banquero.

A mi parecer el tema principal que se plantea es de la infidelidad, y concretamente aquella que es “tácitamente consentida” y cuya aceptación es dada a regañadientes. Tolerancias no bien asumidas que causan escozor personal y molestos ruidos sociales censuradores. ¿Hasta dónde debe llegar la permisividad de la relación sexual extraconyugal sin que ello afecte nocivamente la relación matrimonial y/o se convierta en un humillante suplicio que se acepta por temor a la soledad o a la conveniencia social que presiona la preservación de parejas? Apertura para evitar la asfixia, tal vez sí: ¿en dónde están los límites?

La tentación es grande para considerar esta novela como la historia de una vividora y aprovechadora que es soportada por su marido, no sin dolor y tristeza. Difícil impedir que el lector no se subleve contra esta situación de injusticia e indignidad. El escritor provoca y maneja bien esta irritación.

El título “El traje gris” evoca ese tailleur que Adele viste en circunstancias excepcionales, en donde sabe que su vida cambiará radicalmente. Mejor dejar al lector que descubra cuáles son esas nefastas ocasiones en que esta mujer se viste con el fatídico traje.

Un libro escrito en tercera persona, en un estilo sencillo, sin sofisticaciones léxicas ni pomposas frases, y que se lee con gran fluidez atrapando sin duda al lector. Mi recomendación para consagrar unos buenos momentos alrededor de esta dura historia y que puede directa o tangencialmente concernirnos en nuestro devenir amoroso.

No hay comentarios:



Tu colaboración es muy importante; participa con tus comentarios.
__________________________________________

Datos personales

Gran motivación en la consolidación de una ideología libertaria; hedonista; redimida de prejuicios; derribadora de paradigmas, en particular los religiosos; cuestionadora de tradiciones; cartesiana...